sábado, 8 de octubre de 2011

- Ay, pinche Beto, no te manches. Duele. Me estás rajando el recto. Está bien gorda.
- Hermanita, no lo puedo evitar. Así es como me la pones. Es que estás bien buena del chiquito.
- A mi también me gusta, pero duele. Apenas cabe. Pero es que que tú la tienes bien gorda, cabrón. No es nomás por mí. La de Quique no me abré tanto. Apenas la siento cuando me culea.
- ¿Y pa qué quieres entonces a ese pendejo, si ni te sabe cuando te la cuela?
- Tienes razón, voy a mandar a la verga a ese guey. Pero entonces tú me tienes que dar todas las noches, ¡eh!
- Of cors, mi hors.
- ¿Qué chingados dices, guey?
- Que con todo el placer de mi alma te empujaré la cagada para adentro cada noche.
- Pinche Beto, qué pelado eres. Pero ya derramate, cabrón, que está a punto de llegar mamá.
- Ok, pero en cuanto te la saque me la mamas.
- No mames, mano. Eso sí que no. Me voy a vomitar.
- Eso es lo rico, que te guacarees sobre mi miembro mientras me la mamas.
- No, Beto. Eso es una cerdada.
- O me la mamás como te digo o se lo cuento todo a mi papá.
- No chinges, cabrón, el me advirtió que si se las aflojo a alguién aparte de él me mata.
- ¿Y el Quique?
- El Quiqué es mi amor secreto.

No hay comentarios: