Qué cruel eres, papi,
no me habías culeado
desde hace tres días.
Amo a las mujeres hermosas, de formas perfectamente equlibradas o sensualmente exuberantes. Las contemplo,las acaricio, las penetro, las gozo. Amo más que a nada el apretador hoyo que atesoran entre sus sabrosas nalgas. Amarlo es la suprema dicha de cualquier varón.
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